Syzygium aromaticum (L.) Merr. & L.M.Perry
MyrtaceaeEl 6 de Septiembre de 1522 llega a Sanlúcar de Barrameda la nao Victoria, última de las cinco que partieron tres años antes en la expedición comandada por Fernando de Magallanes, a la búsqueda de una ruta que, con dirección Oeste, llegara a las Islas de las Especias. La embarcación llega renqueante al mando de Juan Sebastián Elcano, con otros 17 supervivientes y un sorprendente cargamento de especias traídas de Oriente: algunas muestras de canela, nuez moscada y macis, al parecer un palito de sándalo… y 381 bolsas de clavo, es decir, unos 27.300 kilos que sirvieron para cubrir con creces los gastos de la expedición. Puede decirse así que el clavo financió la primera vuelta al mundo.
Nativo de las "Islas de las Especias", las Molucas, esta especia era ya entonces bien conocida. En época romana el comercio de clavo con la India suponía un coste millonario: Plinio el Viejo se quejaba que no hay año en el que la India no le drene al Imperio romano 50 millones de sestercios. Los árabes fueron posteriormente quienes controlaron su comercio hasta que, entrado el siglo XV, los portugueses primero y también españoles controlaron las rutas de las especias a través del Índico y Pacífico. En el siglo XVII fue Holanda la potencia que controló su comercio; hasta que la introducción de su cultivo en otras zonas tropicales -sobre todo de manos de Francia- redujo su hasta entonces enorme coste.
Sobre la expedición de Magallanes nos cuenta Maximiliano Transilvano el porqué de esta sobreabundancia de clavo frente a otras especias: siendo la cosa de más precio que de allá podían traer, era también la de que más copia podían cargar el barco, ya que los clavos ocupan menos que otra especiería, además de porque había aquel año gran abundancia de ellos. Asegura este autor que el clavo de las Molucas no solamente no es peor que la que los venecianos y portugueses traen de Calcuta, mas muy mejor, sin comparación, y esto por ser más fresca que la de ellos.
Ternate, Tidore, Moti, Makian y Bacan: se pensaba entonces que únicamente en estas cinco islas de las Molucas crecía el árbol del clavo y que solo lo hacía en sus montañas. De hecho, el cronista Pigafetta describe bellamente estas Islas de las Especias como enclaves con montañas altas y piramidales pobladas de esto árboles. Nota el viajero italiano cómo en esas montañas se acumulan las nubes que, continúa Pigafetta, les dan al clavo cierto grado de perfección, en una historia que recuerda la del garoé de Canarias, los árboles que atraen la lluvia. Cuenta a su vez Pigafetta cómo cada habitante de las Molucas poseía algunos de estos árboles, que vigila por sí mismo y cuyos frutos coge, sin pensar siquiera en el cultivo, tal era la abundancia de las islas. Los expedicionarios lo pudieron comprobar por sí mismos al darse cuenta cómo esas flores secas que en Europa alcanzaban precios desorbitantes eran vendidas por los locales a precios ridículos, a cambio casi de cualquier baratija. Relata por último el italiano cómo muchos marineros se deshicieron de lo poco que les quedaba de ropa útil, la capa, los zapatos o la camisa, a cambio de clavos, pensando quizá en el buen negocio que podían realizar cuando regresaran a casa con su venta. Al menos en este momento, los expedicionarios debieron pensar que el sacrificio de este épico viaje bien había merecido la pena.