Araucaria araucana (Molina) K.Koch / Araucaria sp.
AraucariaceaeLa expedición de Magallanes partió de la Península Ibérica el 20 de septiembre de 1519 con la intención de encontrar un paso hacia el Oeste, un estrecho que uniera los océanos en el continente americano, que les permitiera llegar a las Islas de las Especias. Lo hallaron mucho más al sur de lo previsto, cruzando tierras australes de lo que hoy es Argentina y Chile. El estrecho no figuraba en ningún mapa conocido de la época ni era una línea recta, por lo que se hizo necesario explorarlo. Tras prácticamente un mes en ese laberinto de agua, el miércoles 28 de noviembre desembocamos del estrecho para entrar en el gran mar, al que en seguida llamamos mar Pacífico: narra así Pigafetta en su diario de viaje, desde un cabo no por casualidad llamado “Deseado”, el descubrimiento de una salida a un océano que Núñez de Balboa había llamado Mar del Sur y que ahora, por primera vez, recibía su nombre actual por la tranquilidad con que se presentaron aquel días sus aguas.
El paso hacia las Molucas por el Oeste era ya así una realidad. Desde estas costas americanas del Pacífico, el cronista italiano afirma feliz que no cree que exista en el mundo un estrecho más bello ni mejor que este. No obstante, la naturaleza se ha embellecido en los últimos días, a medida que han avanzado hacia el Oeste, pasando de montes pelados y rocas a montañas cubiertas de bosques y nieve en sus picos. Es muy probable que esos árboles que los cronistas confunden con cipreses y cedros por su verticalidad no fueran sino araucarias.
Estas coníferas de bello porte piramidal toman su nombre de la región chilena de Arauco, lugar donde se descubrió a los ojos de Europa el primer ejemplar de esta especie. El árbol fue introducido en Europa en 1793 por un inglés, Joseph Banks, famoso botánico por, entre otras cosas, ser uno de los científicos que acompañó en su primer viaje por los mares del Sur al capitán James Cook, descubridor “oficial” de Australia y Nueva Zelanda. Para acceder al Pacífico desde el Atlántico, Cook prefería sin embargo no usar el tortuoso Estrecho de Magallanes, sino el más meridional Cabo de Hornos: pocos se atrevían ya por entonces a cruzar ese paso. De hecho, tan solo unos años después de la travesía de Magallanes, Alonso de Ercilla, en su poema épico La Araucana (1569), manifiesta abiertamente que el estrecho de Magallanes ya no existe, que se ha hecho difícil de hallar e intransitable. Sí siguen existiendo por contra los árboles, las araucarias, en esta recóndita región del Cono Sur de América.